Perfil Público de salom0n
Salomón Acharte
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El cielo está en calma,
nada perturba al vapor luminoso,
al rey Paralda, el maravilloso,
cuyas huestes aparecen bajo un sol grandioso,
reposando entre nubes que tienen alma.
El rey ha decidido mostrar su bondad, y amainar la tempestad.
El rey ha decidido retirar su enfado, y guardar en su pecho el tornado.
El rey ha decidido con afán, parar con sus gritos al huracán.
El rey ha decidido perdonar a la humanidad arisca, y salvarlos de la mortal ventisca.
Una interjección aguda, suena en los oídos como un ciclón,
trompetas retumban en el viento,
como flechas veloces se lanzan regimientos,
escoltando al señor de tormentas y tormentos.
Estruendo y conmoción,
el monarca desciende en un remolino,
los árboles se doblan como hojas,
las hadas marcan un sutil camino.
El rey del aire está nuevamente,
en tierras de mortales definitivamente,
la vida cambiará como el viento, completamente.
Al despertar en la mañana,
la joven piel canela,
tiene la rutina clara,
manga larga, falda corta,
y un encaje para su cucarda.
El joven amante será el primero,
siempre alegre, siempre dispuesto,
piel lozana, nervio de acero,
le dará la clave para el ingreso,
al aposento más pequeño.
El piloto de aviones será el segundo,
al filo de la tarde, al filo de la cama,
la hará suya con las mismas ganas,
del primer encuentro en el hangar,
en la tarde que la hizo despegar.
El fino caballero será el último,
traje de seda, corbata de ensueño,
en un apartamento de lujo y pequeño,
abrirá sus columnas con deseo,
cavará profundo, hasta el infierno
Un impuro penitente,
arrodillado y clamando al cielo,
por un perdón que no es sincero,
pues desea repetir el acto,
que tuvo de rodillas a la dama,
que no pedía perdón, pero sí la cama,
que juró fidelidad a otro caballero,
que es pariente del primero,
que es menos decente, pero más certero,
en buscar el tesoro del profundo centro,
que le da vida a la mujer devota,
que quiso ser fiel y ahora está rota,
pues rompieron su temple y su vanguardia,
en una guerra sin bandera blanca,
como blancas la marcas en su retaguardia,
penetrada por el filo de una espada,
larga y ancha, como de acero forjada,
que con una sola estocada,
tiñó de sangre el campo de batalla,
y la batalla fue iniciada,
al galope del caballo y del caballero,
que es un maestro montando,
aunque pierda el norte y sea él montado,
por la dama del cofre y el tesoro,
que se abre para mostrar el oro,
que hará suyo,
el impuro penitente.
Labios,
lengua,
deseando conocerlos,
aún falta morderlos,
extasiado por esos negros ojos,
que me miran con deseo, mientras me sonrojo.
Boca,
cuello,
senos perfectos,
al sol expuestos,
sin pretextos estrujar los bordes,
con mis largos dedos, sacar los mejores acordes.
Ombligo,
cintura,
caderas turgentes,
dos piernas impresionantes,
que enmarcan una pelvis abultada,
que me turba más, así de la nada.
Tú,
yo,
alcoba bella,
vino en botella,
tus manos en mi pecho,
saltando en mi cintura, saltando en el lecho
Una sonrisa logré sacarle,
a un alma atormentada,
a un corazón vacío,
a una vida destrozada.
Y por un momento eterno,
la alegría volvió a asomarse,
la luz a encenderse,
el camino, en oro tornarse.
Pues está escrito,
que al reir llorando,
o al llorar riendo,
estará el humano viviendo.
La lágrima recorre ahora,
el rostro sonriente,
de un espíritu resplandeciente,
con un oscuro semblante.
Un alma sufrida, herida en el corazón,
ha llegado al borde de la desesperanza,
no quiere más pesar ni desazón,
su vida ya no brilla, no avanza.
Gris panorama en un cuarto vacío,
con paredes de cuadros redondos,
con dibujos oscuros salidos del karma,
los pesares son profundos y hondos.
Para saber que aún vive,
ha llamado al dolor en forma de marca,
ha marcado su piel con lanza de oro,
ha sangrado, pensando en la parca.
Como mudo testigo de lo sufrido,
ha quedado dibujado un trazo de espada,
una línea roja en la muñeca tapada,
un duro mañana, una cumbre empinada.
CONFIANZA
Confiar fue mi único error,
yo estaba mejor sin ti,
que mal, que iluso que fui,
al verte con ojos de amor.
Llegaste con esa sonrisa
que me arrancó la amargura,
movías tu piel, tu figura,
y tus caderas con pericia.
Yo era un saco de despojos,
susurraste "tú solo confía",
sabías que yo lo quería,
confíe cegado por tus ojos.
Error craso en resultado,
dejando como concluso,
a un roto corazón iluso
y a un iluso mutilado.
La causa por sufrirme
no es más que la confianza,
pues su ofuscada alabanza
solo me hizo redimirme.
Si ser un vil desdichado
me mantenía más feliz,
obsérvame ahora infeliz
y júzgame de afortunado.
Al aceptarte la una alianza
yo te entregué el cuchillo,
y tú con un tajo sencillo
aniquilaste la esperanza.
Pues yo te buscaba ansioso
esperando a tu llamado
y tú te ibas de mi lado
con otro amor receloso.
No amaste en serio jamás,
fui solo un juguete triste
y una vez que te aburriste
jugaste con alguien más.
Me creíste triste mendigo,
debiste decir tu intención,
pues conociendo tu razón,
no hubiera perdido contigo.
Ahora queda la casa sola
y un frío café a la mitad,
el viento azota sin piedad
contra mi tejada española.
Solo me quedo a pensar
lo fatal del romanticismo.
Pero al menos yo mismo
nunca me he de traicionar.
Querías hundirme en el mar,
felicidades, lo conseguiste.
Dejaste a un tirano triste
y a un triste sin amar.
Y si nos vemos por azares
te saludaré con pericia,
así no notarás la avaricia
de mandarte mis pesares.
Creo que necesito dormir,
creo que necesito un baño,
uno que me quite el daño,
uno para dejar de sufrir.
Si lo permite mi mente
soñaré con amar de nuevo.
Con un dulce amor longevo
para sufrir nuevamente.
Enviado por livan23l
- Mamá, mamá... ¡En la escuela me dicen Teletubie!
- Pero hijo, no hagas caso, y ahora saluda a tu abuela.
- ¡Hoa!
El único rival de la paciencia, es el desespero. Tu decides quién quedará invicto
Yoannis Alvarez Alcantara
BRINDIS
Un destello de amor
es la copa del brindis,
y el tacto una huella
en el fino cristal,
y el instante un brillo
húmedo, evanescente:
hoy lo revela todo
y mañana no existe.
Un momento sublime
sin contornos ni límites.
Francisco Gálvez
CONFIANZA
Confiar fue mi único error,
yo estaba mejor sin ti,
que mal, que iluso que fui,
al verte con ojos de amor.
Llegaste con esa sonrisa
que me arrancó la amargura,
movías tu piel, tu figura,
y tus caderas con pericia.
Yo era un saco de despojos,
susurraste "tú solo confía",
sabías que yo lo quería,
confíe cegado por tus ojos.
Error craso en resultado,
dejando como concluso,
a un roto corazón iluso
y a un iluso mutilado.
La causa por sufrirme
no es más que la confianza,
pues su ofuscada alabanza
solo me hizo redimirme.
Si ser un vil desdichado
me mantenía más feliz,
obsérvame ahora infeliz
y júzgame de afortunado.
Al aceptarte la una alianza
yo te entregué el cuchillo,
y tú con un tajo sencillo
aniquilaste la esperanza.
Pues yo te buscaba ansioso
esperando a tu llamado
y tú te ibas de mi lado
con otro amor receloso.
No amaste en serio jamás,
fui solo un juguete triste
y una vez que te aburriste
jugaste con alguien más.
Me creíste triste mendigo,
debiste decir tu intención,
pues conociendo tu razón,
no hubiera perdido contigo.
Ahora queda la casa sola
y un frío café a la mitad,
el viento azota sin piedad
contra mi tejada española.
Solo me quedo a pensar
lo fatal del romanticismo.
Pero al menos yo mismo
nunca me he de traicionar.
Querías hundirme en el mar,
felicidades, lo conseguiste.
Dejaste a un tirano triste
y a un triste sin amar.
Y si nos vemos por azares
te saludaré con pericia,
así no notarás la avaricia
de mandarte mis pesares.
Creo que necesito dormir,
creo que necesito un baño,
uno que me quite el daño,
uno para dejar de sufrir.
Si lo permite mi mente
soñaré con amar de nuevo.
Con un dulce amor longevo
para sufrir nuevamente.
Enviado por livan23l
- Mamá, mamá... ¡En la escuela me dicen Teletubie!
- Pero hijo, no hagas caso, y ahora saluda a tu abuela.
- ¡Hoa!
El único rival de la paciencia, es el desespero. Tu decides quién quedará invicto
Yoannis Alvarez Alcantara
BRINDIS
Un destello de amor
es la copa del brindis,
y el tacto una huella
en el fino cristal,
y el instante un brillo
húmedo, evanescente:
hoy lo revela todo
y mañana no existe.
Un momento sublime
sin contornos ni límites.
Francisco Gálvez