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Luigi Estrumer
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Semana 21.08
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Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.
Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.
Se ha buscado en todos los armarios.
Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.
Incluso se ha roto la prohibición
y se han desparramado los papeles.
Qué más se puede hacer.
Dormir y esperar.
Ya verá cuando regrese,
ya verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Irá hacia él
como si no quisiera,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.
Wislawa Szymborska

Tanto hablé
que un día las moscas quisieron construir
una urbanización con sus calles, sus avenidas,
sus zonas verdes, su centro comercial
y hasta sus pisos con garaje y trastero
dentro de mi boca.
Mentí como un sucio bellaco.
Grité verdades como los puños de Mazinger Z
(a menudo fueron solo gritos sin más)
y también dije silencios como castillos,
Y yo, sin parar de repetir silencios,
uno tras otro,
como una pornostar en misa,
como un político enchufado a la máquina de la verdad,
como un loro cabreado con el mundo...
Eventualmente de mi boca brotó humo,
humo y niebla articulada que no me dejaban ver más palabras que las mías.
Provoqué alguna minirevolución
que no duró más de una noche de borrachera.
Vendí la luna a los hombres lobo
y el arco iris a algún ciego.
Conté el mar a los escorpiones
y la electricidad a los locos de las luciérnagas.
Era capaz de tejer discursos que paraban al viento,
de escupir monosílabos imperativos como katanas
o de recitar en el idioma de los sauces y los contenedores de basura..
Capaz de susurrar teorías magistrales en futuro
que fundían las tierras más frías
allá por las distancias más cortas.
Alguna vez se me escapó el corazón
al querer hablar
y otras incluso vomité el alma por las aceras.
Hablé bajo el agua, y me ahogué con el eco
inverosímil de mis palabras.
Muchas veces la cagué
con un laxante de subjuntivos imperfectos,
otras perdí la lengua
en la gravedad que otorga e impone la sed de los vermilinguos.
Y no pocas, mis palabras fueron boomerangs
que me rompieron el pecho -y casi la boca-.
Pero no, no lo hice;
yo, copiloto a sol y sombra de mis palabras,
nunca me callé
(ni tampoco fui justamente remunerado por ello)
No, sinceramente, nunca me callé...
Salvo cuando alguna vez tuve que decirlo,
cuando de verdad tuve que decir
esas dos palabras mágicas e insustituibles,
y que hoy tan solo puedo justificar diciendo
que en plena vorágine catatónica
e implosiva,
aquellos instantes me quedé mudo
¡como una jodida piedra!
AGUARDABA
Aguardaba el indicio, el paisaje
invisible de un giro de argumento
que me hiciera perder el aislamiento
en las manos suicidas del lenguaje.
Aguardaba un despliegue, un ultraje,
una fórmula o signo de alzamiento,
alba atroz con su efímero instrumento
de legítima luz en su plumaje.
Aguardaba en un párrafo de vida
una esquela insurrecta que se riera
del payaso que llevo aquí conmigo.
Aguardaba el delirio de una huida,
sublevado adelante que se esmera
en llegar hasta ti pero contigo.
Enviado por danteverne
EN LA OFICINA
- Sí, González, ya sé que el sueldo no le alcanza para casarse..., pero créame, algún día me lo agradecerá...
si tus problemas no tienen solucion ps ya no le des más vuelta otros vendran.
Manuel Martínez
Mario Benedetti
AGUARDABA
Aguardaba el indicio, el paisaje
invisible de un giro de argumento
que me hiciera perder el aislamiento
en las manos suicidas del lenguaje.
Aguardaba un despliegue, un ultraje,
una fórmula o signo de alzamiento,
alba atroz con su efímero instrumento
de legítima luz en su plumaje.
Aguardaba en un párrafo de vida
una esquela insurrecta que se riera
del payaso que llevo aquí conmigo.
Aguardaba el delirio de una huida,
sublevado adelante que se esmera
en llegar hasta ti pero contigo.
Enviado por danteverne
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- Sí, González, ya sé que el sueldo no le alcanza para casarse..., pero créame, algún día me lo agradecerá...
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Manuel Martínez
Mario Benedetti